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domingo, 4 de agosto de 2013

Sacristán Amber Ale

MARCA: Sacristán
MODELO: Sacristán Amber Ale
ESTILO: Amber Ale (6% ABV)
PAÍS DE ORIGEN: España

CARACTERÍSTICAS: La marca Sacristán lleva el nombre de su progenitor, Eduardo Sacristán Beltri, quien, con el apoyo de la empresa de alimentación Bardisa & Cía, elabora desde el año pasado la cerveza Amber Ale en sus instalaciones de un polígono de San Vicente del Raspeig, a las afueras de Alicante. Personalmente no la conocía, aunque sí que me sonaba haber leído su nombre por algún lado (siendo de Levante, probablemente en el blog de Pau o de Txema), y me temo que si no fuese por Cristina y Fernando, quienes se acordaron de mí en un viaje a Jávea, jamás la habría probado... así que muchísimas gracias a ambos, una vez más.

El diseño de la botella es bonito, eso no se puede negar, pero a mí me sigue sin gustar esta moda de querer convertir la cerveza en un producto de lujo, y da la impresión de que esto es lo que se pretende con Sacristán, más todavía si se dice que va destinada a un público de nivel adquisitivo medio - alto. En su interior contiene un líquido de color naranja brillante, con destellos ambar y amarillentos, que forma una escasa espuma blanca de burbuja fina que se volatiliza con rapidez, dejando un anillo adherido a la pared del vaso. Al descorcharla sugiere que va a resultar muy aromática, se intuye malta y fruta desde la distancia, pero una vez servida cualquiera diría que ese primer contacto ha sido un espejismo, puesto que malta, naranja y albaricoque pierden casi toda su presencia, cediendo su posición a una acidez no demasiado agradable mezcla de hoja de limón y pomelo, suave hierba e intensos recuerdos de óxido y aspirina. 

Cuando encontré esto sospeché que algo no iba bien, y temía encontrarme ante una cerveza en mal estado; aun así decidí arriesgarme y probar su sabor. Craso error, puesto que tras una intensa efervescencia apareció un desastre gustativo, amargo y ácido en extremo, mezcla de limón, malta, cuero y óxido que inundan el trago, y dejan al final un sabor a agua sucia y aspirina. Ese único sorbo bastó para confirmar la contaminación, y no tuve más remedio que tirar la botella prácticamente llena por el fregadero, eso no había quien se lo bebiese. Puesto que era un regalo no sé cuanto costaría la botella, pero apuesto a que no bajó de los 3 euros, un precio excesivo a todas luces para una botella de cerveza hecha a escasos 20 kilómetros de donde se compró, incluso si hubiese estado en buenas condiciones. No sé, yo creo que estas cosas hay que replanteárselas porque de 6 botellas contaminadas con las que me he topado en mi vida, todas eran artesanales de la Península. Y mira que hay marcas fantásticas, como Guineu, Naparbier, DouGall's y algunas más, pero también hay otras con las que al comprarlas, además de gastarte un buen dinero, te estás enfrentando a una auténtica lotería.

NOTA: