MODELO: Lindemans Faro Lambic
ESTILO: Faro (4'2% ABV)
PAÍS DE ORIGEN: Bélgica
CARACTERÍSTICAS: Dentro del amplio, y a veces algo arisco, universo de las Lambic, todavía no habíamos comentado ninguna del estilo Faro, y es que es probablemente el menos común dentro de las cervezas de fermentación espontánea (sin contar con las Mars, pero esas las dejo aparte). A duras penas he tenido a mi alcance 3 o 4 marcas a lo largo de mi vida pero casualmente, entre las recientes maravillas que están trayendo a los supermercados Alcampo de Zaragoza estos últimos meses, estaba la de Lindemans.
Lo que distingue a las Faro es que se obtienen a partir de una Lambic a la que se le añade azúcar, interrumpiendo la refermentación a mitad de proceso habitualmente mediante pasteurización. Queda así un remanente de azúcar que da un dulzor característico a la cerveza, emergiendo en este caso en forma de malta y suave toffee a través de un robusta base de cítricos y manzana ácida. Quedan además como acompañantes los perfumes habituales de las cervezas de fermentación espontánea, como son las levaduras salvajes junto con discretos recuerdos de champán y medicinales.
En boca el dulzor sigue dominando, con malta oscura y más secundario caramelo, pero no es capaz de ocultar la acidez por completo y escapan ácidas notas de manzana verde, pomelo y limón. A medida que avanza el trago la acidez gana algo de terreno, sumándose los delicados matices aportados por los Brettanomyces, un toque de picante y mínima hierba, consiguiendo una sequedad y astringencia muy moderada pero igualmente inconfundible. Sin duda prefiero las Lambic clásicas, no obstante esta me parece una cerveza muy válida, en absoluto empalagosa y con la ventaja de tener una acidez más amigable.
Lo que distingue a las Faro es que se obtienen a partir de una Lambic a la que se le añade azúcar, interrumpiendo la refermentación a mitad de proceso habitualmente mediante pasteurización. Queda así un remanente de azúcar que da un dulzor característico a la cerveza, emergiendo en este caso en forma de malta y suave toffee a través de un robusta base de cítricos y manzana ácida. Quedan además como acompañantes los perfumes habituales de las cervezas de fermentación espontánea, como son las levaduras salvajes junto con discretos recuerdos de champán y medicinales.
En boca el dulzor sigue dominando, con malta oscura y más secundario caramelo, pero no es capaz de ocultar la acidez por completo y escapan ácidas notas de manzana verde, pomelo y limón. A medida que avanza el trago la acidez gana algo de terreno, sumándose los delicados matices aportados por los Brettanomyces, un toque de picante y mínima hierba, consiguiendo una sequedad y astringencia muy moderada pero igualmente inconfundible. Sin duda prefiero las Lambic clásicas, no obstante esta me parece una cerveza muy válida, en absoluto empalagosa y con la ventaja de tener una acidez más amigable.