MODELO: Chimay Blanche/Cinq Cents
ESTILO: Tripel (8% ABV)
PAÍS DE ORIGEN: Bélgica
CARACTERÍSTICAS: Hace unos cuantos años la Chimay "de etiqueta blanca" era una de las habituales en las estanterías de Hipercor pero un buen día, de la noche a la mañana y sin previo aviso, desapareció sin dejar rastro. Por aquel entonces era una de mis predilectas de la marca, creo que sobretodo porque la denominación "triple" me dejaba fascinado, (cosas de novatos y/o adolescentes) y puesto que desde esa época no la había vuelto a probar, todo este tiempo se había mantenido en un pedestal que estaba empezando a pasar de la admiración a la fé. Con la intención de reafirmar o desmontar este culto la compré por apenas 1'80 euros en un supermercado francés, y tras pasar unas semanas en el trastero (la botella, no yo) preparé la ansiada revisión.
Encontré un líquido de un color dorado brillante, intenso, que llenaba la copa con una considerable cantidad de sedimento, cubierto por la crema más apetitosa que recuerdo haber visto en una cerveza, tan espesa como si fuese leche calentada al fuego. Si solo fuese por el aroma podría decir que mi "yo" adolescente tenía razón, y es que es una verdadera delicia, rebosante de frutas entre las que destacan manzana, albaricoque y plátano, con un preciso punto cítrico, pero respaldadas con un buen cimiento de malta dulce. Al mismo tiempo las levaduras belgas se infiltran en la fruta, y junto con el generoso toque de lúpulo floral y especias conforman un conjunto delicado y muy atractivo.
A su paso por boca la fruta del aroma se centra sobretodo en los cítricos, rodeados de levadura y suave plátano, cuyo frescor da fluidez al trago, y aunque esto no perjudica al cuerpo quizá hace la cerveza algo más ligera de lo necesario. Poco a poco un punto especiado va ganando en fuerza, y junto con el alcohol que surge al final le dan una agresividad considerable a la cerveza, que termina en un amargor seco, cargado de flores, hierba y levadura. Es buena, sin duda lo es, pero para mi gusto una mayor presencia de malta en el trago, que le quitase protagonismo a los cítricos y a la vez permitiese apaciguar al picante y el alcohol, es lo que le falta para convertirse en una maravilla. De todas formas, el reencuentro no supuso una decepción, ni mucho menos.
Encontré un líquido de un color dorado brillante, intenso, que llenaba la copa con una considerable cantidad de sedimento, cubierto por la crema más apetitosa que recuerdo haber visto en una cerveza, tan espesa como si fuese leche calentada al fuego. Si solo fuese por el aroma podría decir que mi "yo" adolescente tenía razón, y es que es una verdadera delicia, rebosante de frutas entre las que destacan manzana, albaricoque y plátano, con un preciso punto cítrico, pero respaldadas con un buen cimiento de malta dulce. Al mismo tiempo las levaduras belgas se infiltran en la fruta, y junto con el generoso toque de lúpulo floral y especias conforman un conjunto delicado y muy atractivo.
A su paso por boca la fruta del aroma se centra sobretodo en los cítricos, rodeados de levadura y suave plátano, cuyo frescor da fluidez al trago, y aunque esto no perjudica al cuerpo quizá hace la cerveza algo más ligera de lo necesario. Poco a poco un punto especiado va ganando en fuerza, y junto con el alcohol que surge al final le dan una agresividad considerable a la cerveza, que termina en un amargor seco, cargado de flores, hierba y levadura. Es buena, sin duda lo es, pero para mi gusto una mayor presencia de malta en el trago, que le quitase protagonismo a los cítricos y a la vez permitiese apaciguar al picante y el alcohol, es lo que le falta para convertirse en una maravilla. De todas formas, el reencuentro no supuso una decepción, ni mucho menos.