Aunque estoy contento de volver a Pamplona tras 6 meses trabajando en Burgos, también me da un poco de pena abandonar esta ciudad rebosante de cosas interesantes (bueno, la provincia entera en realidad), tanto a nivel cultural/histórico como gastronómico. En este último campo, y centrándome en el ámbito estrictamente cervecil, hay dos locales de la capital que voy a echar en falta: La Vache Folle, del que ya he hablado anteriormente, y The Taverner.
Por desgracia, descubrí The Taverner hace apenas un mes y por ese motivo sólo me ha dado tiempo a visitarlo un par de veces, aunque han sido suficientes para quedarme encandilado. Se encuentra en una callejuela entre la Avenida del Cid y la Avenida de los Reyes Católicos, a apenas 5 minutos a pie del centro de Burgos. El local, que curiosamente es el que albergaba La Vache Folle antes de su traslado a otro en una calle aledaña, es de un tamaño diminuto, pero esto no es impedimento para que por las noches se junten allí un buen número de personas. Pese a lo que pueda parecer, sus reducidas dimensiones no suponen una merma en la comodidad del cliente... aunque sí que es verdad que es fácil acabar participando en conversaciones con gente de otros grupos o con los dueños del bar, lo que le da un ambiente curioso y a la vez cálido y agradable, casi familiar.
El repertorio de cervezas es relativamente amplio, y a un precio muy ajustado, pero no tiene el enfoque especializado de La Vache. Cuenta con dos grifos, uno de Maes y otro de Guinness, además de un frigorífico con unas 15 referencias, tanto nacionales como extranjeras, todas ellas apetecibles. Sin embargo, el principal atractivo de The Taverner, y que lo hace diferente a cualquier otro local, es la obsesión de sus dueños con el picante. Mientras se está allí se puede aprovechar para untar los aperitivos en algunas de las salsas más picantes del mundo, por ejemplo Mustard Gas o Scovilla's Dragonfire End of Time (no es que tenga ni idea del tema, es que fueron las dos que sufrí), y poner a prueba la resistencia personal. Para los más atrevidos se preparan nachos ultrapicantes, aunque para probarlos hay que firmar un consentimiento informado... yo probé los picantes, y fue más que suficiente para mí. Si se desea también se pueden comprar a un precio muy ajustado los botes de salsas para llevar a casa. Por último, también se puede disfrutar de sidra asturiana, tacitas de Ribeiro, algún vino tinto de la zona e incluso de queimada tradicional gallega las noches de Luna Llena.
No es el tipo de local que suelo recomendar en Hipos Urinatum, pero si con esto que he contado a alguien le resulta interesante que vaya sin miedo, que no se arrepentirá. Los dueños no pueden ser más majos, por cierto.