Cumpliendo con lo que he anunciado alguna vez a lo largo del último mes, el pasado fin de semana huí a Bruselas, con la intención además de visitar la fábrica de una de mis marcas favoritas, Cantillon, cuyas instalaciones están situadas en la parte oriental del distrito de Anderlecht. Alberga también en su interior el Museo Bruselense de la Gueuze así que si alguien esta dubitativo acerca de si pasarse o no por allí, ya tiene dos motivos.
Lo primero que me encontré al abrir la puerta del edificio de la calle Gheude fue un batallón de gente disfrutando de una pequeña copa de Lambic; eso me bastó para saber que me iba a gustar la visita. Una vez superada la pequeña aglomeración de personas me atendió una señora amabilísima tras un mostrador, que me indicó que el precio de la visita eran 6 euros, incluyendo un par de copas de dos Cantillon distintas. Una vez hube pagado me alcanzó un folleto de 10 páginas, que todavía conservo, que incluye un breve resumen de la historia de la fábrica y una pormenorizada guía de los distintos procesos de la elaboración, preparada para poder leerlos a medida que paseas por las polvorientas habitaciones donde se produce esta cerveza. Además explicó de forma rápida y concisa varios conceptos básicos sobre los distintos tipos de Lambic y las diferentes Cantillon, aunque reconozco que no pude evitar distraerme con los distintos productos que allí vendían, desde sus propias cervezas a muy buenos precios (por poner ejemplos, Vigneronne o St. Lamvinus 8 € la botella de 75 cl y Rosé de Gambrinus, Kriek, Gueuze o Iris por debajo de 6 €) hasta camisetas, mermeladas y demás parafernalia.
Una vez superados estos trámites nos pusimos en marcha y pudimos ver, con no poca admiración, la sala de mezcla, la trituradora y las calderas de cocción, la tina de enfriamiento, etc. Especialmente agradable fue el paso por el granero, donde se almacenan los diferentes cereales y el característico lúpulo viejo que se emplea en en la elaboración de las Lambic, y que inundaba la estancia con un aroma embriagador, aunque nada comparado con el que producía la zona de almacenamiento de barriles, en la que se puede apreciar como la espuma de la fermentación llega incluso a derramarse por la superficie de estos.
Las últimas paradas antes de la ansiada degustación fueron, como alguno habrá podido intuir, la zona de embotellado, donde estaba la máquina que enseño en la fotografía y a la que perfectamente se le pueden adivinar por lo menos 30 años de existencia, y la bodega, en la que habitualmente se almacenan para que maduren hasta 60.000 botellas... ¡quién las pillara!. Tras esta agradable visita me lancé de cabeza a por las cervezas prometidas, y entre las que ofrecían me decante por la Gueuze y la Kriek, aunque con la ventaja de haber pactado con mi hermano que él pediría Rosé de Gambrinus, gracias a lo cual pude disfrutar de las tres. Por supuesto no abandoné la fábrica sin agenciarme una botella de la marca, que en los próximos días reseñaré.
"El tiempo no respeta aquello que se hace sin él"
Buena entrada. Cantillon es también para mi una de las cerveceras de referencia de Bélgica, y más aún si hablamos de lambic. Lamentablemente en mi caso, cuando estuve la última vez por Bruselas no visité la fábrica, algo casi imperdonable y a lo que habrá que poner remedio esperemos que en breve, viajando de nuevo hasta Bélgica pero ya no sólo en plan turista, sino centrándome en el campo cervecero. Por cierto, excelente cita la del final. Me ha encantado. Lástima que mucha gente actualmente parezca no tenerla en cuenta. Salu2!
ResponderEliminarGracias :) Sin duda tienes que ponerle remedio, la visita tampoco es que sea increible pero el estar en la fábrica, comprar allí sus cervezas e incluso probar algunas rarezas in situ (tienen una especie de taberna montada) merecen mucho la pena.
ResponderEliminarUn saludo
Estar en una fábrica, tienda, cervecería de una marca que te gusta SIEMPRE es increible, y no hablo más porque me estoy muriéndo de envidia.
ResponderEliminarJAB, el viaje centrado en el campo cervecero tiene sus seguidores, mantennos informados (recorrido, alojamiento y maridajes...)
Saludos, nos vemos.
¡Genial! ^^ desde que lei la entrada al respecto de Pau lo tengo en el punto de mira, y esto no hace más que reforzarlo.
ResponderEliminarCon un poco de suerte, en esta primavera :-D. Enhorabuena, ya nos contarás qué tal esa botella misteriosa que te llevaste :-).
Y es cierto lo que comentas de los precios, la Vigneronne la tengo por ahí guardada y me costó 11€... me parece un detalle, porque una vez que estás ahí casi seguro te llevas algo, y podrían aprovecharse de ello.
Visita imprescindible de todas todas estando en Bruselas. En nuestro caso la verdad que fue una gozada porque el tipo que lleva el museo de la Gueuze, Alberto, nos dio la vuelta con una charla superinteresantísima (un pelín larga, jaja!! pero muy, muy buena!). La repetiría mil y una veces al igual que la visita a De Dolle Brouwers!
ResponderEliminarPau:
ResponderEliminarOtra que me habría encantado visitar es esa, además según recuerdo te hicieron visita un tanto personalizada así que incluso mejor. Esta visita la repetiré cuando vuelva a Bruselas, quizá no haga la ruta completa pero sin duda me llevaré alguna botella, probablemente acompañada de un par de copas en la cantina.
Deigote:
Sí que contaré, sí, incluso si es posible antes de que termine la semana. Como puedes imaginar será una reseña muy positiva.
Saponcious:
Sospecho que incluso es hoy cuando nos vemos, si es que pasas por Líquidos.
Un saludo a los tres :)
Fantástica entrada, y con la síntesis adecuada que algunos (¿yo?) no damos a nuestros posts :-). Vaya paraíso la fábrica de Cantillon.
ResponderEliminarMe ha gustado lo de la embotelladora, a la que "se le pueden adivinar por lo menos 30 años de existencia", jeje.
¡Salud y felicidades!
Mil gracias, pero menos modestia con tus post, que siempre son amenos de leer :)
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