Hace un par de años (cómo pasa el tiempo) hice un comentario sobre aquellas fiestas de San Lorenzo que pasamos en Huesca, centrándome en un día completamente cervecil. Pues bien, hace pocos días terminaron las fiestas del 2010, que han tenido sus correspondientes noches de excesos, risas y bailes. Como hice esa vez, hablaré de un día (creo recordar que fue el jueves) en el que la cerveza se elevó por encima de todo, coincidiendo (casualmente) con la llegada de Embracing a Huesca.
Recibí su visita poco antes de las tres de la tarde, encontrándonos a los pocos minutos con una botella de Ambar en la mano. Mi hermano, como buen anfitrión, decidió ofrecer los restos de una botella de Jägermeister que deambulaba por casa, que nos terminamos con gusto, al ritmo de conversaciones de cine y filosofía aristotélica.
Al poco rato, servimos encopas jarras la botella con tapón de corcho que Embracing había traído en señal de paz: La Trappe Witte. Tras bebérnosla comenzó una encarnizada batalla a la wii, degustaciones de músicas varias y una competición final por ver quién presentaba al violinista/pianista más rápido en youtube. Para entonces habíamos vaciado la nevera de botellas de Ambar, y servimos la Keler 18 que nos habían mandado de Damm. Concluímos la fiesta en casa reponiendo el frigorífico y cogiendo otro par de botellas para el (largo) camino.
Nos dirigimos hacia la casa de Jara, punto de encuentro de cerveceros de todo el mundo, y por el camino nos agenciamos un par de menús arago-catalanes: Ambar Export y Voll Damm. Ya en casa de nuestra amiga, y pensando en el futuro cercano, Embracing adquirió varios pares de litros ambarinos para la fiesta de después. Tras unos cuantos caipiriña (que yo no probé), la selección cervecil en forma de sexteto y un par de cervezas que tuvimos que acabarle a mi amiga, salimos hacia el local donde todos los San Lorenzos se concentra la mayor cantidad de alcohol, diversión y gente nueva del lugar. Continuó la fiesta en el rellano del susodicho habitáculo, entre botellas de Ambar, hasta que se nos echó el tiempo encima y tuvimos que ir en manada hacia la zona de bares.
Reconozco que fue bastante lamentable, pero poco tiempo después, tras unos cuantos hectolitros más en la entrada de un bar, Embracing y yo nos batimos en retirada, completamente desorientados y rebosantes de alta carbonatación. Huímos como ratas, sí señor, pero salvamos la vida, descansando finalmente tras un incesante movimiento contínuo de botella en mano.
El resto de los días de fiesta también incluyen anécdotas, curiosidades y mucha bebida, pero esas son otras historias que contaremos en otra ocasión. Se espera con ganas el próximo San Lorenzo, al que estáis todos invitados.
Recibí su visita poco antes de las tres de la tarde, encontrándonos a los pocos minutos con una botella de Ambar en la mano. Mi hermano, como buen anfitrión, decidió ofrecer los restos de una botella de Jägermeister que deambulaba por casa, que nos terminamos con gusto, al ritmo de conversaciones de cine y filosofía aristotélica.
Al poco rato, servimos en
Nos dirigimos hacia la casa de Jara, punto de encuentro de cerveceros de todo el mundo, y por el camino nos agenciamos un par de menús arago-catalanes: Ambar Export y Voll Damm. Ya en casa de nuestra amiga, y pensando en el futuro cercano, Embracing adquirió varios pares de litros ambarinos para la fiesta de después. Tras unos cuantos caipiriña (que yo no probé), la selección cervecil en forma de sexteto y un par de cervezas que tuvimos que acabarle a mi amiga, salimos hacia el local donde todos los San Lorenzos se concentra la mayor cantidad de alcohol, diversión y gente nueva del lugar. Continuó la fiesta en el rellano del susodicho habitáculo, entre botellas de Ambar, hasta que se nos echó el tiempo encima y tuvimos que ir en manada hacia la zona de bares.
Reconozco que fue bastante lamentable, pero poco tiempo después, tras unos cuantos hectolitros más en la entrada de un bar, Embracing y yo nos batimos en retirada, completamente desorientados y rebosantes de alta carbonatación. Huímos como ratas, sí señor, pero salvamos la vida, descansando finalmente tras un incesante movimiento contínuo de botella en mano.
El resto de los días de fiesta también incluyen anécdotas, curiosidades y mucha bebida, pero esas son otras historias que contaremos en otra ocasión. Se espera con ganas el próximo San Lorenzo, al que estáis todos invitados.
3 comentarios:
Madre mía cuanto desmadre... Mucha fiesta y mayor borrachera, jejeje!
Pues la Trappe Witte que comentais la probé hace un tiempo (33cl) y no me convenció (quizás por las altas expectativas creadas al ver la marca). No sé. Igual va siendo hora de reprobar aunque no tengo tiempo como para beber tanto entre novedades y "repruebas", jejeje.
Un abrazo chicos!
Bah, a mí tampoco me pareció gran cosa, me quedo sin duda con Hoegaarden (o mejor aún, Hoegaarden Grand Cru).
Buen resumen, lleno de datos que no recordaba y otros que prefería olvidar ¿Cómo se llamaba tu violinista psicópata, por cierto?
Uh, Vengerov, cierto ^^
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