MODELO: La Chouffe
ESTILO: Ale Dorada Fuerte (8% ABV)
PAÍS DE ORIGEN: Bélgica
CARACTERÍSTICAS: En parte por la excelente calidad de sus productos, además de por su peculiar y cuidada imagen, la Brasserie d'Achouffe es conocida en el mundo entero, a pesar de que la primera de sus cervezas, que es la que voy a reseñar hoy, vio la luz en 1982. Según he podido leer en su página, y transcribo literalmente, "a final del verano del año 2006, los fundadores de la cervecera tomaron la decisión de confiar el destino de sus queridos elfos a Duvel-Moortgat". Supongo que esto significa que la empresa fue vendida a Duvel... cosa que, por lo que he podido comprobar, no le ha supuesto perjuicio alguno a la cerveza.
Es una cerveza rubia, algo oscura y turbia, que servida en copa parece que esté en ebullición por la enorme cantidad de burbujas que surgen. El aroma es fantástico, intenso y muy frutal, pero en vez de dominar los ejemplares más dulces destacan sobretodo piña y maracuyá, más secundarios melocotón y manzana, y cierta acidez cítrica. Esta última permite que la levadura se manifieste con claridad, la cual junto con un punto picante, un toque de miel y lúpulos florales acaban de completar un inicio tan prometedor.
Aunque mantiene el dulzor típico belga, en boca resulta más ácida de lo que esperaba. Frutas tropicales y albaricoque comienzan con fuerza, aunque sin saturar la malta, y les acompaña una acidez herbal, frutal, floral y ligeramente especiada, con un importante toque levaduroso, que hace cada trago muy entretenido. Al final aparece el alcohol, con mucha moderación, que se acopla a la perfección a la naranja y el picante, siendo estos tres matices los que quedan en el largo regusto. Refrescante, robusta y no muy dulce, un claro ejemplo de cómo me gustan más las Ales de este país.
Es una cerveza rubia, algo oscura y turbia, que servida en copa parece que esté en ebullición por la enorme cantidad de burbujas que surgen. El aroma es fantástico, intenso y muy frutal, pero en vez de dominar los ejemplares más dulces destacan sobretodo piña y maracuyá, más secundarios melocotón y manzana, y cierta acidez cítrica. Esta última permite que la levadura se manifieste con claridad, la cual junto con un punto picante, un toque de miel y lúpulos florales acaban de completar un inicio tan prometedor.
Aunque mantiene el dulzor típico belga, en boca resulta más ácida de lo que esperaba. Frutas tropicales y albaricoque comienzan con fuerza, aunque sin saturar la malta, y les acompaña una acidez herbal, frutal, floral y ligeramente especiada, con un importante toque levaduroso, que hace cada trago muy entretenido. Al final aparece el alcohol, con mucha moderación, que se acopla a la perfección a la naranja y el picante, siendo estos tres matices los que quedan en el largo regusto. Refrescante, robusta y no muy dulce, un claro ejemplo de cómo me gustan más las Ales de este país.