MODELO: Engel Bock Hell
ESTILO: Maibock (7'2%)
PAÍS DE ORIGEN: Alemania
CARACTERÍSTICAS: La cervecera Engel, fundada en en 1783 en Crailsheim, en el Oeste de Alemania, es desde 1877 propiedad de la familia Fach. Elaboran en la actualidad, si no he contado mal, 21 cervezas distintas, todas ellas selladas con tapón de rosca, entre las que destacan por sus sorprendentes denominaciones varias como su Weißbierpils, su Kellerbier dunkel o su cerveza femenina First Lady, las cuales me encantaría probar aunque solo fuese por calmar mi curiosidad.
Cuando la vi en el supermercado el tapón de rosca me hizo dudar, pero al final me decidí a probarla reservándola para una tarde relajada, que llegó esta misma semana cuando la elegí como acompañante de una buena película. Es de color miel, apagado, casi transparente, y forma al servirla una espuma que en un inicio parece cremosa y abundante pero que casi antes de terminar esta operación demuestra ser escasa y porosa, similar a la del detergente. Sorprende lo discreta y sencilla que es para el olfato, apenas unas pinceladas de grano, malta y casi imperceptibles cítricos, con un toque metálico que recuerda a las temidas eurolager, lo que a priori no es en absoluto positivo.
En boca intenta enderezar, aunque en mi opinión tampoco acaba de acertar. Al principio el dulzor, con un núcleo de malta y miel escoltado por suaves notas de melocotón y manzana, resulta excesivo y empalaga un poco. Se va moderando de forma progresiva, pero a cambio va ganando terreno el alcohol, que llena de especias un final de amargor inexistente, impregnado de miel, cítricos y lúpulo floral, de intensidad moderada. No es una cerveza que merezca ser tirada por el desagüe al primer sorbo, pero el exceso de azúcar y alcohol me cansa rápido y acabo perdiendo el interés.
Cuando la vi en el supermercado el tapón de rosca me hizo dudar, pero al final me decidí a probarla reservándola para una tarde relajada, que llegó esta misma semana cuando la elegí como acompañante de una buena película. Es de color miel, apagado, casi transparente, y forma al servirla una espuma que en un inicio parece cremosa y abundante pero que casi antes de terminar esta operación demuestra ser escasa y porosa, similar a la del detergente. Sorprende lo discreta y sencilla que es para el olfato, apenas unas pinceladas de grano, malta y casi imperceptibles cítricos, con un toque metálico que recuerda a las temidas eurolager, lo que a priori no es en absoluto positivo.
En boca intenta enderezar, aunque en mi opinión tampoco acaba de acertar. Al principio el dulzor, con un núcleo de malta y miel escoltado por suaves notas de melocotón y manzana, resulta excesivo y empalaga un poco. Se va moderando de forma progresiva, pero a cambio va ganando terreno el alcohol, que llena de especias un final de amargor inexistente, impregnado de miel, cítricos y lúpulo floral, de intensidad moderada. No es una cerveza que merezca ser tirada por el desagüe al primer sorbo, pero el exceso de azúcar y alcohol me cansa rápido y acabo perdiendo el interés.