Para este año había sobre la mesa muchos países y ciudades como destinos para el viaje anual que suelo realizar, sin embargo lo que nos faltaba era encontrar el momento más apropiado, principalmente por motivos laborales. Así, poco a poco fuimos retrasando la fecha y progresivamente descartando los lugares con un clima más frío hasta que al final nos encontramos con que sólo podíamos viajar en Diciembre, y con que dentro de las posibilidades la más apetecible era, con diferencia además, Roma.
Tengo que reconocer, muy a mi pesar además, que hasta este año jamás había puesto un pie en Italia, y tras este viaje debo decir que no sabía lo que me perdía. Un país plagado de edificios de gran belleza, obras de arte incomparables, paisajes idílicos, y una gastronomía completísima capaz de satisfacer al más exigente, con deliciosas carnes, quesos, embutidos, vinos, etc... En cuanto a Roma, jamás he visto tanta acumulación de historia y cultura en tan poco espacio; basta andar dos pasos pasos para encontrarse algún monumento o estructura de visita obligatoria, y si esto se suma a la vida que desprende la ciudad y a la actitud extremadamente acogedora de sus habitantes, a pesar de la gran cantidad de turistas que soportan durante todo el año, la ciudad se convierte en un destino muy recomendable.
En cuanto a la cerveza, que evidentemente va a ser el tema central de este artículo, durante el viaje me ha quedado clara una cosa, y es que su importancia ha pasado a ser capital en este país. Allá donde uno vaya va a encontrar cerveza artesana, ya sea en una tienda de barrio, un gran supermercado, un restaurante (algunos de ellos con su propia marca, normalmente elaborada en alguna microcervecería del país) o un pub cualquiera, si es que no se topa con algúna cervecería o tienda especializada en esta materia, que no escasean. ¿El problema? Es cara, francamente cara. De hecho me recuerda bastante al concepto de producto de lujo que algunas microcerveceras buscan para sus elaboraciones aquí en España, aunque multiplicado por diez.
Donde más asequible me pareció fue en los supermercados, pudiendo adquirir varias referencias italianas por alrededor de 5 euros la botella de 75 cl, entre ellas Terza Rima o Mastri Birrai Umbri, mientras que algunas otras, como por ejemplo Birra Baladin, casi doblaban el precio. En cuanto a las tiendas especializadas, posiblemente la más famosa sea Domus Birrae, en la céntrica vía Cavour. El número de cervezas distintas que se pueden encontrar en este gigantesco local es insuperable, aunque para mi gusto las fábricas italianas están sobrerrepresentadas, y además se mantienen en unas condiciones perfectas. Su principal inconveniente, y el motivo por el que no compré nada allí son los precios muy inflados: la única botella que encontré por debajo de 4 euros fue una Abbaye des Rocs (3'5 euros, tampoco era una ganga), mientras que todas las demás superaban con holgura los 4-5 euros. Pasé también por un local al Sur del Trastevere llamado Brew, en via Enrico Fermi, que si bien era algo más barato también obligaba a desembolsar al menos 3'5 euros para probar alguna referencia italiana, más o menos lo habitual en el resto de tiendas de este tipo. (me llevé Funky de Birrificio Sant'Andrea, una rica Porter)
Por último, en lo que respecta a los bares, la mayor parte de ellos tienen una oferta similar a la de cualquiera de nuestro país, pudiéndose encontrar ocasionalmente alguna cerveza artesanal aunque con la mayor parte del mercado copado por las grandes marcas italianas como Peroni, Birra Moretti o en menor medida Menabrea, y algunas importadas como Heineken, Ceres, etc.
Lo que uno no puede olvidar es que hay 3 o 4 cervecerías cuya fama atraviesa fronteras por la gran variedad y altísima calidad de referencias disponibles. Entre ellas están Bir & Fud, Brasserie 4:20 u Open Baladin, pero posiblemente la más conocida sea Ma Che Siete Venuti a Fa', un diminuto local en mitad del Trastevere en el que se pueden encontrar siempre multitud de joyas de barril, la mayoría italianas, y otras tantas maravillas de botella. Cuando estuve en este último aproveché para tomar una deliciosa Our Beersel Lambiek, mientras que mi acompañante se tomó una APA de Lambrate más que correcta, ambas en perfectas condiciones aunque a 6 euros los 0'4 litros. Tuvimos suerte, eso sí, en que no había tanta gente como suele ser habitual y pudimos beberlas cómodamente y con calma.
Posiblemente no es tan conocida es una cervecería llamada Birrifugio, un garito cerca de la Stazione di Trastevere y ya lejos de la zona más turística, y sin embargo se convirtió en mi destino preferido para descansar con una cerveza después de las agotadoras jornadas turísticas a las que nos sometíamos. No tenían tantas referencias como en otros sitios pero su selección a mí me pareció más equilibrada, tanto en estilos como en procedencias, pudiendo encontrar por igual agresivas cervezas modernas italianas y clásicos extranjeros como por ejemplo Augustinerbräu Edelstoff de barril. Además el trato me pareció más cercano y el servicio mejor que en Ma Che Siete, aunque tampoco se podría decir que el de este último estuviese mal. La primera vez que estuve yo no pude resistir la tentación de pedir la Gose de Bayerischer Bahnhof de barril, cerveza que volvería a beber encantado a pesar de lo extraño que es el estilo, mientras que la musculosa optó por una excepcional Pale Ale de Founders, servida de cask.
A nivel de cerveza esto fue a grandes rasgos todo lo que dio de sí la semana que pasamos en allí, el resto del tiempo estuvo invertido en intentar exprimir al máximo esta inabarcable ciudad. Si alguien se ha quedado con ganas de conocer más lugares de Roma relacionados con esta bebida, recomiendo encarecidamente echar un vistazo a la pormenorizada revisión que hizo el Lupuloadicto a principios de este año. (parte I / parte II / parte III / parte IV)