Pensaba repartir los 3 días del breve viaje post-examenes por tierras alemanas entre 3 ciudades: Düsseldorf, Colonia y Dortmund, lugar de nacimiento de 3 estilos de cerveza distintos, Altbier, Kölsch y Dortmunder respectivamente. Al final, y por el simple motivo de que el primer día dejé bastantes cosas de la primera ciudad pendientes de ver, decidí renunciar a Dortmund para exprimir Düsseldorf al máximo, puesto que de ninguna manera estaba dispuesto a sacrificar el día en Colonia, ciudad que tanto me gustó en el primer viaje que hice a esta zona, en esa ocasión con Sir Asf.
Nada más llegar, tras un breve paseo por el centro de la ciudad, opté, para evitar problemas con los horarios alemanes que no acabo de controlar y por abastecerme de alguna cerveza interesante para el día, empezar una caminata de 45 minutos que me llevaría al 296 de Kalkerhauptstraße, al otro lado del río, donde se localiza una tienda especializada a la que ya le había echado el ojo, Bierzwerg, pocos metros después de encontrarse con la fábrica de Sünner. Había leido cosas muy buenas de ella pero ni de lejos me imaginaba lo que me iba a encontrar, y es que dentro de un pequeño local de aspecto inofensivo se ocultaba el mayor arsenal cervecil que he visto en mi vida, estanterías repletas y a su alrededor torres de cajas llenas de cientos de botellas de distintas marcas. Para más inri, y esto no es habitual en una tienda alemana, a pesar tener una buena selección de cervezas de todo país, la cantidad de cervezas extranjeras era también importante, incluyendo marcas de muy diferentes orígenes.
Curiosamente el dueño, además de explicarme que tenían pensado cambiar de localización en un plazo de uno o dos años porque el edificio se les hacía pequeño para las más de 500 marcas diferentes que vendían, me comentó también que varias personas se les habían quejado de lo poco organizado que estaba el interior. En ese momento estuve por ofrecerme a partirles las piernas a los herejes que ante una tienda donde no caben (físicamente) más cervezas la sensación que experimentan es de incomodidad ante el desorden, pero estaba demasiado hiperactivo viendo apetitosas botellas por todas partes y el pensamiento me duró apenas unos segundos, exactamente los que tardé en localizar la zona de las Kölsch.
Al final, después de una breve conversación con el dueño (parece que vaya por la vida dándole palique a la gente, pero no os confundáis... es cierto) le pregunté por las Kölsch que le parecían más interesantes, a lo que me respondió que sus favoritas eran Mühlen y Sünner y, puesto que la primera ya la había probado y es fácil de encontrar por la ciudad, me llevé una botella de la segunda junto con una Aecht Schlenkerla Eiche y la Pink Panther que comenté la semana pasada, elaborada en la cervecera más pequeña de la ciudad, además por menos de 5 euros la suma de las 3. Sin nada más que hacer por esa zona, y tras comprobar que no existía la posibilidad de visitar la fábrica de Sünner, no me quedó otra que volver a la ribera del Rin, donde tenía pensado almorzar un Lahmacun para recargar energías y aliviar los pies.
De nuevo en el centro de la ciudad, he de reconocer que tampoco hice gran cosa turísticamente hablando: pasear por la orilla del río, beber alguna Kölsch más, comprobar que el Museo de Lindt era extremadamente caro y no incluía comer todo el chocolate que se quisiese/nadar en una cuba de chocolate, disfrutar de la belleza medieval de las callejuelas del Altstadt y la afamada Catedral de Colonia... hasta el momento en el que el hambre y el cansancio me dirigieron, pese a mis esfuerzos por evitarlo, a la cervecera Pfaffen, en pleno casco histórico. Allí, por unos 7 euros si mal no recuerdo, engullí un Halver Hahn con su Bock, cerveza que solo sirven en invierno frente a la Weizen disponible únicamente en fechas veraniegas. La verdad es que tanto bebida como comida estaban riquísimas, el único punto malo fue que pareció que el camarero me metía prisa para que terminase, aunque puede que únicamente se tratase de una interpretación equivocada causada por problemas lingüisticos.
Con esta última parada puse punto y final a mi día en Colonia, pero antes de la foto de despedida de rigor me gustaría destacar las 3 marcas de Kölsch que en mi opinión nadie que visite esta ciudad debería perderse, que son Sünner Kölsch, Mühlen Kölsch, y quizá en menor medida Reissdorf Kölsch (además esta parece que no es demasiado apreciada por los lugareños). De todas maneras, y a diferencia de con las Alt, en este caso aún me queda alguna que otra marca que probar... aviso por si acaso lo aviso.
Nada más llegar, tras un breve paseo por el centro de la ciudad, opté, para evitar problemas con los horarios alemanes que no acabo de controlar y por abastecerme de alguna cerveza interesante para el día, empezar una caminata de 45 minutos que me llevaría al 296 de Kalkerhauptstraße, al otro lado del río, donde se localiza una tienda especializada a la que ya le había echado el ojo, Bierzwerg, pocos metros después de encontrarse con la fábrica de Sünner. Había leido cosas muy buenas de ella pero ni de lejos me imaginaba lo que me iba a encontrar, y es que dentro de un pequeño local de aspecto inofensivo se ocultaba el mayor arsenal cervecil que he visto en mi vida, estanterías repletas y a su alrededor torres de cajas llenas de cientos de botellas de distintas marcas. Para más inri, y esto no es habitual en una tienda alemana, a pesar tener una buena selección de cervezas de todo país, la cantidad de cervezas extranjeras era también importante, incluyendo marcas de muy diferentes orígenes.
Curiosamente el dueño, además de explicarme que tenían pensado cambiar de localización en un plazo de uno o dos años porque el edificio se les hacía pequeño para las más de 500 marcas diferentes que vendían, me comentó también que varias personas se les habían quejado de lo poco organizado que estaba el interior. En ese momento estuve por ofrecerme a partirles las piernas a los herejes que ante una tienda donde no caben (físicamente) más cervezas la sensación que experimentan es de incomodidad ante el desorden, pero estaba demasiado hiperactivo viendo apetitosas botellas por todas partes y el pensamiento me duró apenas unos segundos, exactamente los que tardé en localizar la zona de las Kölsch.
Al final, después de una breve conversación con el dueño (parece que vaya por la vida dándole palique a la gente, pero no os confundáis... es cierto) le pregunté por las Kölsch que le parecían más interesantes, a lo que me respondió que sus favoritas eran Mühlen y Sünner y, puesto que la primera ya la había probado y es fácil de encontrar por la ciudad, me llevé una botella de la segunda junto con una Aecht Schlenkerla Eiche y la Pink Panther que comenté la semana pasada, elaborada en la cervecera más pequeña de la ciudad, además por menos de 5 euros la suma de las 3. Sin nada más que hacer por esa zona, y tras comprobar que no existía la posibilidad de visitar la fábrica de Sünner, no me quedó otra que volver a la ribera del Rin, donde tenía pensado almorzar un Lahmacun para recargar energías y aliviar los pies.
De nuevo en el centro de la ciudad, he de reconocer que tampoco hice gran cosa turísticamente hablando: pasear por la orilla del río, beber alguna Kölsch más, comprobar que el Museo de Lindt era extremadamente caro y no incluía comer todo el chocolate que se quisiese/nadar en una cuba de chocolate, disfrutar de la belleza medieval de las callejuelas del Altstadt y la afamada Catedral de Colonia... hasta el momento en el que el hambre y el cansancio me dirigieron, pese a mis esfuerzos por evitarlo, a la cervecera Pfaffen, en pleno casco histórico. Allí, por unos 7 euros si mal no recuerdo, engullí un Halver Hahn con su Bock, cerveza que solo sirven en invierno frente a la Weizen disponible únicamente en fechas veraniegas. La verdad es que tanto bebida como comida estaban riquísimas, el único punto malo fue que pareció que el camarero me metía prisa para que terminase, aunque puede que únicamente se tratase de una interpretación equivocada causada por problemas lingüisticos.
Con esta última parada puse punto y final a mi día en Colonia, pero antes de la foto de despedida de rigor me gustaría destacar las 3 marcas de Kölsch que en mi opinión nadie que visite esta ciudad debería perderse, que son Sünner Kölsch, Mühlen Kölsch, y quizá en menor medida Reissdorf Kölsch (además esta parece que no es demasiado apreciada por los lugareños). De todas maneras, y a diferencia de con las Alt, en este caso aún me queda alguna que otra marca que probar... aviso por si acaso lo aviso.
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